Autor: Umar Matatsing
El proceso evolutivo nos dirige a la Unificación Total. Cierto es que en cada época y lugar hemos conseguido restablecer la “Unidad” (pues en ella se oculta el origen del “Bien” y de nuestra propia “esencia”) pero siempre de manera momentánea, intermitente e “incompleta“ (o fraccionada). La historia de individuos, pueblos y periodos de tiempo (como máximo, décadas) es hasta el momento una representación del triunfo de lo “parcial” sobre la "totalidad"
En los últimos siglos la evolución nos ha “forzado” a establecer Principios, Leyes y Constituciones inspiradas en nuestra propia esencia (el "Bien") Nuestra época actual, con su temida pero necesaria “globalización”, representa una fase avanzada de la lucha que la evolución sostiene por conseguir que todas las “Partes” se reagrupen para formar nuevamente un “Todo” (por ser éste su objetivo y razón de ser)
Todo proceso evolutivo comienza y acaba en la “Unidad“. Este es el motivo por el cual el ser humano, de forma consciente o inconsciente, busca la Unificación.
El hecho de que (debido a su propia esencia) la evolución “sobrepase” al ser humano es lo que nos permite entender por qué (aún siendo nosotros mismos quienes la ejecutamos) no tenemos como principal objetivo el establecimiento de la Justicia, la Paz y la Seguridad en el mundo. Aún siendo así, estas tres características superiores de la Unidad habrán de darse obligatoriamente por la forma en que ésta se constituye.
Gracias a la tecnificación del planeta (evolución del conocimiento y el entorno) hemos sido capaces de establecer un proyecto que unifica a las naciones bajo una carta de “derechos humanos”, algo sin precedentes conocidos, al menos en cuanto a considerar a la humanidad como conjunto; todo ello se está logrando sin (aparentemente) una consciencia real sobre la esencia del “Bien”.
Independientemente de las motivaciones, el proceso unificador ha de cumplirse, pues la evolución no entiende de intenciones ni consciencias. Sin embargo, a través del Intelecto (o “esencia“ de la Unidad materializada en el “ser” humano evolucionado) y las evidencias que conforman nuestro entorno, somos capaces de identificar y promover dos de los tres principios que forman el núcleo del proceso evolutivo. Uno es la “Retribución” (o ley causa-efecto) y el otro, la “Acción positiva” (o constructiva) Nos queda, pues, la tarea de hacer lo mismo con el tercer principio, el “Bien Supremo”.
Lo “intuimos” porque nuestra propia esencia nos dice que sin él los otros dos principios no podrían “ser“; sin embargo, no somos capaces de identificar y definir qué es el “Bien Supremo”. Dicha incapacidad representa un grave problema, pues la evolución nos empuja con fuerza hacia una Unificación que no terminamos de comprender. Así pues, nos urge identificar y definir ese primer principio, pues necesitamos promoverlo junto a los otros dos para que la humanidad adquiera la comprensión de su propio proceso (en cuanto al sentido y objetivo de la vida) Solo así podremos adquirir la identidad que perdimos, o que tal vez, nunca tuvimos.
“Cuando el último rincón del planeta haya sido conquistado por la técnica y esté preparado para su explotación económica; cuando cualquier acontecimiento en cualquier ocasión y a cualquier hora se haya vuelto accesible con la rapidez que se desee; cuando uno pueda “vivir” simultáneamente un atentado a un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo solo equivalga ya a la velocidad, instantaneidad y simultaneidad y el tiempo como historia haya desaparecido de la existencia de cualquier pueblo; cuando el boxeador sea considerado el gran hombre de un pueblo; cuando las cifras millonarias de las manifestaciones de masas sean un triunfo… entonces, incluso entonces, todavía se cernirá como un fantasma sobre toda esa locura la pregunta: ¿Para qué? ¿Hacia donde?... ¿Y luego qué?” (Martín Heidegger)
“Sólo un Dios puede salvarnos. El único mal de esta era mundial es haberse cerrado a lo Sagrado” (Martín Heidegger)
El avance tecnológico representa la evolución y el desarrollo del conocimiento humano. Desde la perspectiva evolucionista, la “locura” de la época “moderna” no deber ser pensada como algo “negativo”, sino como una consecuencia natural (y necesaria) del proceso evolutivo. Esto significa que lo “Sagrado” (aquello que ofrece la salvación al individuo y su entorno) tiene en cuenta el factor “realidad”, pues observamos su imposición a través de un proceso que nos “supera” y a la vez nos “exige”. Toda perspectiva que no tenga en cuenta esta característica no puede ser considerada como “Sagrada”, pues lo “que salva” reconoce y acepta la dualidad que existe en la Unidad, es decir, no hace distinción entre las “Partes”
¿Quiere decir esto que nuestra “salvación” pasa por retornar a la perspectiva religiosa sobre Dios y el mundo? No, la propuesta de Heidegger jamás podría entenderse como un “volver a la religión“. De hecho, Nietzsche ya enterró esa posibilidad en “Así habló Zaratustra” (“Dios ha muerto”) El estudio de su obra y la publicación de su correspondencia privada deja claro que el sentido de sus palabras iba dirigido estrictamente contra el concepto en el que se basa la religión para entender a Dios y, por consiguiente, a todo lo que concierne a lo “Sagrado” dentro de los marcos de una fe ya embrutecida, como nos relata en “el Anticristo”. Para Nietzsche era necesario “destruir” los viejos ideales para poder instaurar otros nuevos, libres de toda corrupción moral y espiritual. Por esa razón toma la figura del niño, pues solo desde la pura inocencia el ser humano es capaz de retornar a la “esencia” del “Bien Supremo” (o Dios) La obra entera de Nietzsche tiene como objetivo principal contribuir a la destrucción de toda religión (incluído el, materialismo) para “preparar” (o “intentar adelantar”) la llegada del “superhombre“ (o ser humano que, consciente de su lugar y función en la vida, vive inmerso “en lo Sagrado”) Por desgracia, su forma de expresarse hizo que desde las ciencias filosóficas muchos lo interpretaran como un pensador “ateo“; algo totalmente erróneo, pues de entre todos los filósofos modernos posiblemente Nietzsche sea quien más defendió la Unidad Absoluta que Dios representa. Dicha interpretación es el fruto de no vivir buscando lo “Sagrado”, pues fuera de esa perspectiva somos incapaces de comprender el por qué y para qué de la obra de Nietzsche, Heidegger o los antiguos griegos.
El análisis Nietzscheano acerca del cristianismo y su doctrina puede ser extrapolado a cualquier religión. Esto incluye el materialismo e incluso el Islam tal como hoy lo entendemos. Cambiarán términos y formas, pero la conclusión será siempre la misma. Si bien es cierto que la religión indica el camino a lo “Divino”, su naturaleza nos impide acceder a lo “Sagrado”; pero como ya señalamos anteriormente, ello no es más que una necesidad del propio proceso evolutivo. Precisamente, esa es la razón por la cual Nietzsche se dedicó solo a destruir; tanto él como Heidegger dejaron la tarea de construir el nuevo pensamiento a las generaciones venideras, demostrando así que entendieron a la perfección su papel dentro del proceso evolutivo. Una sola vida no da para más.
Quien conoce la “Unidad” sabe que la llegada del “superhombre” está supeditada a un proceso evolutivo que depende completamente de lo “Sagrado”, es decir, de que el “Todo” se imponga por sí mismo a la “fracción”. Esto significa que el ser humano “moderno” habrá de reencontrarse inevitablemente con lo “Sagrado”. De hecho, hemos estado “volviendo” una y otra vez a lo largo de la historia, aquí y allí, siempre de forma “parcial“. Sin embargo, el panorama actual (a diferencia de lo que muchos opinan) nos revela que lo “Sagrado” está un poco más cerca de establecerse por completo en el planeta, pues la globalización que llama a la unidad de todos los seres humanos (aún pensada desde la “fracción”) nos está empujando a ello.
El proceso evolutivo nos ha obligado ya a elaborar Normas y Leyes que hoy forman esencialmente una sola Constitución; incluso nos ha forzado a crear una Organización con la que establecer la igualdad, valor que para nuestra especie debería entenderse como una representación de la Unidad. El conocimiento (fruto del propio proceso evolutivo) nos permite entender que la Justicia, la Seguridad y la Paz son partes fundamentales de nuestra propia esencia. Sin embargo, el hecho de que no seamos capaces de lograr una consciencia real sobre la “esencia” del “Bien“ es lo que nos impide aún tener a éste como “objetivo principal”. Pero esa falta de consciencia no nos impide deducir que “esencia” y “objetivo” se unen en Dios. Sin embargo, y debido a su naturaleza, lo “Sagrado” rechaza cualquier tipo de “deducción”, pues su esencia solo acepta la “certeza”. Por este motivo, y por la parte que les corresponde en relación al proceso evolutivo, los individuos más “evolucionados” serán quienes tengan la obligación de reconocer, definir y establecer lo “Sagrado” de una forma sencilla y accesible para los demás. Evidentemente, la llegada del “superhombre” no significará la “conversión” de toda la especie, pues pocos serán los que se comprometan a pensar y promover de forma adecuada lo “Sagrado”. Sin embargo, el esfuerzo de esos pocos bastará para que la “locura” colectiva y el “sinsentido” de la era moderna que planteaba Heidegger dejen de ser la “norma”. Ellos nos enseñarán a establecer la “realidad” llamándonos al “ser” (o esencia) que nos conforma, pues es allí donde siempre habita lo “Sagrado”, aún cuando no se es consciente de su presencia.
Solo desde nuestro “ser” es posible entender a Dios como la representación del “Bien Supremo” y al “superhombre” como el maestro del “objetivo principal”. Con toda certeza, solo ellos serán conscientes de que los logros alcanzados en ese momento serán una consecuencia natural del propio proceso evolutivo.
Pero, ¿cómo serán capaces de establecer a Dios como origen del “Bien Supremo” para el resto de seres humanos? Y sobre todo, ¿por qué esa nueva visión del “ser” conseguirá lo que las demás no han podido alcanzar?
Por una sencilla razón: ellos se adentrarán en la esencia de lo “Sagrado” para buscar allí una “nueva” perspectiva. Que sea “nueva” es siempre una necesidad, pues la evolución, aún sin desprenderse de “lo antiguo” (su esencia unitaria la hace intemporal) busca siempre lo “Nuevo”. De hecho, las perspectivas que conocemos se han quedado obsoletas precisamente por su incapacidad de comprender la estructura de un proceso evolutivo que no cesa.
Cuando regrese a nosotros el “superhombre” traerá consigo no solo la certeza sobre el origen del “Bien”; también se habrán puesto en él la fuerza y capacidad necesaria para poner en marcha un programa basado en una constitución universal que gobernará el mundo mediante un sistema justo e igualitario, donde todos los seres humanos sean vistos como parte de lo “Sagrado”
El mundo espera, y sin darse cuenta, se dirige a una nueva comprensión de la vida. Lo “Sagrado” se establecerá, de eso no hay duda. Pero de nosotros mismos depende acelerar su llegada. No olvidemos nunca que somos parte de la evolución. Por tanto, cuanto antes abandonemos nuestra visión particular del mundo para centrarnos en lo “Sagrado”, antes podremos contemplar la Verdad que nos fue revelada por Dios a través del profeta Muhammad.
La paz sea sobre todos vosotros.
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