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El Corán y la historia.

Autor: Guiado Lopez Molina


Primera advertencia:


la Revelación contiene historia pero no va de historia


Lo primero que hemos de tener claro es lo siguiente: el honrado Corán NO es un libro de historia, como tampoco lo es de anatomía, ni de agricultura ni de mate­máticas, ni sus significados están sujetos a la historia.


Hay críticos que tratan de desacreditar el Corán por ciertos detalles históricos que parecen en algunas aleyas. El problema no está en esas aleyas sino en las explicaciones posteriores, intentando «en­cajar» aleyas coránicas con refe­rencias históricas o bíblicas.


Aunque el Corán nos muestre (muy poco) algo de historia (en la azora de los Romanos, por ejemplo) está por enci­ma de eso: su objetivo NO es enseñarnos historias.


Para captar el mensaje no es imprescindible conocer la historia, aun­que resulta oportuno indagar sobre lo que ocurrió en aquellos tiem­pos y, sobre todo, como se desenvolvieron los aconteci­mientos que pueden arrojar algo de luz sobre la deriva de la religión islámica (entendida en su aspecto confesional-histórico), el cómo, el cuándo, el quienes y el porqué se incorporaron, se corrigieron e, incluso, se abrogaron creencias y preceptos.


Segunda advertencia:


pero cuando el honrado Corán señala algo que entrañe historia, lo que dice es cierto


Como aclara Carmen del Río, «el honrado Alcorán no escribe historia ni enseña historia, pero cuando cita o dice algo que entrañe historia no desconoce ni se equivoca en lo que cita, lo que dice es cierto, como en cualquier otra cosa»


Prosigue Carmen: «en el caso de la historia, una vez más, trope­zamos con la enfermedad de la "biblitis" la cual hace encajar lo que di­ce el honrado Alcorán con lo que dice la Biblia y eso, a pesar que (se presente como se presente) cuando habla de his­­toria la Biblia -la biblia que se usa- está muy lejos de ofrecer ninguna garantía y contiene errores de muchísimo bulto. Cierto es que la Biblia tampoco debiera ser un libro de historia, pero ése es un problema -o no lo es- de aquellos que, en su fe, se guían por la Biblia. Hay muchos de éstos [judeo-cristianos] que saben que la Biblia, en cuanto a historia, hay que cogerla con pinzas o con mucho tiento. No tienen empacho en reconocerlo, ni tienen por qué tenerlo, porque cada cosa hay que tomarla en sus propios términos, tanto la biblia como el honrado Alcorán, como toda cosa».


Tercera advertencia:


la funesta manía de pretender que el honrado Corán diga lo mismo que la Biblia


Sigue aclarando Carmen del Río: «Mientras, desde el punto de vista de la historia, la Biblia contiene cosas rematada­mente falsas, el honrado Alcorán no las tiene pero en cambio se le atribuyen [cosas remadata­mente falsas) porque se pretende que diga lo mismo que dice la Biblia. Los sucesos de Musa no ocurrieron en Egipto. Eso es sacado de la Biblia y jamás, nunca, se ha encontrado un solo documento o sombra de documento en toda la Egipto­logía que relate nada de un tal Musa en Egipto. Se ha des­prestigiado y mentido sobre el antiguo Egipto, y eso sí que es fusilar la his­toria, pero no es el honrado Alcorán el que lo ha hecho, sino lo que se le atribuye».


Y concluye «El honrado Alcorán es cuidadosísimo con lo que dice y con lo que no dice. No hay que rellenarle huecos que no deja, o que deja porque hay que dejarlos, no para que quienes le en­miendan la plana a Dios los rellenen».


Cuarta advertencia:


la historia como fábrica ideológica del poder


Todas las disciplinas sociales o de humanidades que ahora denominan "ciencias sociales"(como la sociología, la psicología, la economía, el derecho... también ciertas facetas de la religión como todos compro­ba­mos) han sido y son usadas para fines políticos determinados, y quizás la historia (junto a la religión historiada) lo ha sido más que ningún otra. La disciplina social más poderosa utilizada durante mucho tiempo por el poder para justificar su dominio y el someti­miento de los demás ha sido la historia. Ahora quizás se utilice más la economía o la mercadotecnia, pero la historia sigue pesando y mucho.


Los musulmanes ante la fábrica ideológica del poder "extraño"


Empecemos enfocando en la relación existente entre el creyente y el ambiente del mundo contemporáneo donde vivimos todos (incluidos aquellos musulmanes que pretenden vivir en la Luna de Valencia o la de la Meca). Por mucha fe que tenga la persona creyente, si no vive en una cueva profunda y apartada en la montaña, ni en una jaima en pleno desierto sin televisión, ni conexión telefónica ni acceso a inter­net, ese creyente se encuentra expuesto, continua­mente, a un bom­bardeo -unas veces ostentoso, la mayoría de veces sibilino o sub­liminal- que, de una u otra manera, va imponiendo un relato del pasado que contradice o niega los efectos positivos que conllevó la aparición del islam, o la acción de muchos mu­sulmanes. Si el creyente carece de argu­mentos para desmontar, si le falta indicios para con­trarrestar las falseda­des que sepultan o distorsionan completamente los hechos o circunstancias relacionados con el momento de la reve­lación coránica y la consolidación y expansión del islam, ese musul­mán vivirá bajo unas enormes contradicciones en­tre sus sentimientos «primigenios» y ciertas convicciones impuestas por el relato his­tó­rico que, cada vez más, arraiga­rán en su mente y en su corazón.


La opción del aislamiento, del encapsulamiento, de la retirada a la celda con «yo no sé nada, Dios sabe más» defen­dida por ciertos imames, jeques o representantes de las comunidades islámicas, además de una opción cobarde, es una opción que condena a los musulmanes al suicidio o disolución colectiva.


Y mucho ojo: la opción de las biografías del mensajero y sus compa­ñeros, recluirse en los relatos sobre sus supues­tos dichos y hechos no sólo es otra forma de encapsularse, de retirarse a la celda de un pasado más que idealizado, mitificado, «un pasado de fábula», sino significa permanecer en una celda envenenada, tóxica: no solo porque muchos relatos están pas­mosamente desconectados del entorno, como si fueran «vidas ejemplares de buenos padres de fa­milia en su casa, en su trabajo y con sus amigos», sino que no pocos de tales relatos contienen auténticas calumnias contra el enviado y varios de sus compañeros por muy "sunnitas" y "mucho sunnitas" que sean (que lo son).


Los musulmanes ante la fábrica ideológica del poder "cercano"


Esto está tratado en «Los hadices: cosecha política» y «Cómo se instauró la re­ligión del Hadiz durante la Dinastía Abbásida» [I parte] y lo pondremos esta semana)


Afirmación en esta advertencia:


la historia como estructura de sucesos seleccionados


Insistamos en la idea: la historia NO es tanto una estructura de acon­tecimientos sucesivos y simultáneos, sino esa MISMA narración que estructura acontecimientos seleccionados (que tampoco han de ser ciertos). Esto parece una perogrullada, pero parece que lo «olvida» todo el mundo.


Como dice David Irving: «el historiador no es el notario de lo ocu­rrido sino el abogado defensor o acusador de una causa».


O mejor, como dice Abdennur Prado: «Toda narración de la historia tiende a validar un sistema concreto o una concepción determinada del poder. La idea que es posible una reconstrucción objetiva del pasado es propia del positi­vismo del XIX. Ésta pretendía reconstruir la historia como base de una explicación racional del progreso humano... Esto sólo es posible mediante la selección de ciertos aconteci­mientos del pasado considerados, precisamente, como históricos. Se nos habla de grandes fechas y batallas, de los consi­derados personajes destacados: artistas, cien­tíficos, go­bernantes, que habrían determinado el curso de la historia. De ahí se deriva la historia de las cumbres que de­nunció Fucolt: toda historia es historia del poder».


Como se dice vulgarmente: la historia es una «historia»... es decir, la «película» que nos cuentan unos según les pare­ce y que no necesaria­mente ha de coincidir con lo que ocurrió de verdad ni con lo más importante.


Ojo. No negamos que existan y hayan historiadores honrados. Como advierte Carmen del Río «Pero honrados no sería lo mismo que vera­ces, pues la honradez, sin pretenderlo, puede haber asumido muchas mentiras»


Conclusión de la cuarta advertencia:


la historia es un arma de guerra muy eficaz y por tanto sospechosa


Señala Carmen del Río: «sin negar la existencia de la honradez, lo manifiesto es que la historia es un arma de guerra muy eficaz y que los imperios y otras partes en pugna la utilizan a conciencia».


Y sentencia: «Toda historia es sospechosa y hay que considerarla como tal».


Prosigue Carmen del Río: «y las personas solemos ser tendenciosas y defender aquello que abona nuestras pasio­nes, que muchas veces no sabemos de dónde provienen, mejor dicho casi nunca sabemos, y la única ma­nera de no estar demasiado sujetos a ellas es caer en la cuenta que se tienen, que las tenemos».


Y concluye: «Pero, sobre todo, la historia, lo que nos cuentan y en la que nos insisten, con la que se nos macha­ca, es in­fali­blemente una arma de guerra, exactamente como una bomba, pero de efectos mu­chos más permanentes y per­sistentes. Defendámonos de esas bombas que despues de que nos las lanzan siguen causando por dentro desastres re­partidos y duraderos»


Una propuesta de historia como campo para otra "Yijad":


quienes son los enemigos


En toda la «remambaramba» de intereses (opuestos o confluyenes) de grupos de poder y de pasiones inducidas en las masas a lo largo y lo ancho del tiempo y del planeta, que han establecido las historias oficiales y fabricado los relatos imperantes tanto en círculos acadé­micos como en imaginarios populares, observamos en las historias de los poderosos que se mantienen un mismo propósito siniestro, un objetivo idéntico maligno.


En el honrado Corán se nos explica, claramente, que Dios nos hizo en pueblos para conocernos.


Como advierte Carmen del Río: «Por contra, los šaitanes se esfuerzan en que nos desconozcamos, en que nos detes­temos, en que las patrias-matrias sean motivo de enfrentamieno y no de recono­cimiento y hermanamiento. Es mal­vado, es asqueroso (…) es un atraco a mano armada a la humanidad»


Así es. Dios nos hizo en pueblos para conocernos, pero los šaytanes se esfuerzan para desconocernos mutua­mente y nos despre­ciemos. La consigna de los enemigos es ésa ¡¡¡Que la existencia de pueblos dife­rentes y similares sean motivo de confrontación y denigrarse mutua­mente (a veces a sí mismos por parte de los irre­mediablemente acom­plejados) , no de reconocimiento y her­mana­miento!!!.


Porque dividiendo a los pueblos con viejas querellas y anta­gonis­mos inventados o exagerados, degradando cada comunidad con relatos infames y denigrando la historia de las naciones cargándolos con culpas colectivas y extrañas, se degrada a las personas, se denigra a las naciones presentes y se acaba con toda autoestima colectiva.


Casi todas las historias establecidas sirven a unamisma cruzada: la Cruzada de los degradantes, la cruzada que de­nigra y machacala dignidad de todas y cada de las comunidades humanas: pues degra­dando, denigrando y macha­cando el amor propio de otros pueblos no se recupera la dignidad de ninguno, y no se levanta más que el orgullo sec­tario de los miserables, de los más ruines y abusones... necesitamos una historia como yijad para combatir esa his­toria que destruye el alma de los pueblos, y restablecer no sólo el noble sino vital propósito de conocer y reconocer­nos, para apreciar tanto lo positivo como entender lo negativo de todos nosotros.


La Yijad de la historia como reconocimiento de los demás y de nosotros mismos.


Quiera Dios guiarnos en esta yijad.

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