Autora: Carmen del Rio
1.Estudio
No hay ni una sola indicación en todo el honrado Alcorán de que las mujeres deban obediencia a los varones ni tampoco de que las esposas deban obediencia al marido.
Cabe suponer que, con el tiempo y la necesidad de sostener la creencia casi universal en la autoridad marital, es decir, la autoridad del marido sobre la mujer y, en general, la autoridad de los varones sobre las mujeres, se escogió para ese fin la aleya 4.34, que se sometió a interpretaciones, a cuál más arbitraria, hasta hacerla parecer lo contrario de lo que es y dice. Se transformó de hecho en lo que hoy se llamaría un «arma de destrucción masiva» de mujeres (y de varones, de paso).
Habrá, pues, que mirarla tal cual es:
Primera cosa:
En esta aleya no se trata para nada de maridos y esposas sino de varones y de mujeres. El caso de maridos y esposas podría ser un caso particular del general de varones y mujeres. Caso en el que en esta aleya no se entra.
Segunda cosa:
Pronombres: Si observamos la aleya inmediatamente siguiente a la 4.34, es decir, la 4.35, vemos que dice: «Y si teméis que se produzca una ruptura entre ambos [esposos], nombrad un árbitro de la familia de él y otro de la familia de ella. Si ambos desean un arreglo, Dios propiciará su reconciliación. Ciertamente, Dios es en verdad omnisciente, conocedor.».
¿A quién habla directamente el Honrado Alcorán en esta aleya? No les está hablando a los esposos. Cuando habla del esposo lo hace en tercera persona del singular (él) y cuando habla de la esposa lo hace igualmente en tercera persona del singular (ella), es decir dos pronombres con los que se habla del ausente. La aleya no se dirige, pues, a los esposos sino a la comunidad de los creyentes («vosotros que habéis llegado a creer», segunda persona plural, genérico), varones y mujeres, diciéndoles que «si teméis (segunda persona plural genérico) que se produzca una ruptura entre él (tercera persona singular masؤulino) y ella (tercera persona singular femenino), nombrad un árbitro de la familia de él y otro de la familia de ella».
Y lo mismo sucede con la aleya anterior, la 4.34. No se dirige a los esposos y ni siquiera a los varones o a las mujeres en cuanto tales sino que se dirige a la sociedad, a la comunidad de los creyentes, a los que el honrado Alcorán llama «al-lathina amanu» o, como traduce Asad: «¡OH VOSOTROS que habéis llegado a creer!». A ellos se dirige con este vocativo en la aleya 4.29 y a ellos se sigue dirigiendo hasta la 4.34 inclusive todo el tiempo y a ellos se dirige también en la 4.35 para hablar de un esposo y una esposa.
En la 4.34 cuando habla de varones específicamente dice «ellos» y si es de las mujeres de quienes habla dice «ellas» y si se dirige a la comunidad dice «vosotros», de modo que son tres clases diferentes de pronombres. Como quienes han interpretado reputadamente el honrado Alcorán han sido en su mayoría varones, pues entendieron, con típico varocentrismo y es de esperar que de buena fe, que la aleya se dirigía a los maridos. Pero no es así, la aleya se dirige al conjunto de los creyentes y no encierra ambigüedad ninguna a este respecto.
Entonces, una vez aclarados estos extremos en que en tantas confusiones se ha caído, resumamos esta cuestión de los pronombres y personas:
La aleya 4.34 dice:
«Los varones (ellos) son responsables del cuidado de las mujeres (ellas) en virtud de aquello en lo que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba’Dahum ‘ala baa’Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas, que guardan para lo oculto (lil-ghaib)(1) lo que Dios guardó. Pero a aquellas cuyo alzamiento (nushuz)(2) temáis(vosotros, la comunidad de creyentes), advertidlas, dejadlas estar y resolved con ellas haciéndoles ver la situación (iDribuhunna) y, si entonces os hacen caso, dejadlas en paz. ¡Ciertamente, Dios es en verdad excelso, grande!»
En la 4.35 con el componente masculino de la pareja emplea la tercera persona: (él), con el componente femenino de la pareja emplea (ella) y para hablar a quienes se dirige emplea «vosotros».
En ningún caso hay ambigüedad.
Tercera cosa:
Aunque las traducciones más corrientes han solido dar a entender que las mujeres de las que se habla al final de la aleya han hecho algo merecedor de castigo, claramente del texto no se desprende en absoluto que ninguna mujer haya hecho nada malo. Se habla de que la comunidad tema que algunas mujeres puedan incumplir algo, no se dice que nadie haya incumplido nada o quebrantado ninguna norma, sólo se habla de que la comunidad tema que algunas mujeres estén haciendo o vayan a hacer algo indebido. Pero, puesto que a la comunidad no le consta que nadie haya hecho nada malo, no puede adoptarse ninguna medida punitiva ya que eso equivaldría a dar carta blanca a los creyentes para proceder por la mera sospecha y sin justificación ninguna, cosa que el honrado Alcorán no tolera. El honrado Alcorán, bien lo sabemos, en muchos otros pasajes, rechaza categóricamente semejante manera de proceder. Esto sentado, no se podría entender que, por otro lado, se hablase de propinar golpes a nadie. Con lo que tenemos otro motivo para ver que no se sostiene el traducir «iDribuhunna» por «pegadlas» como se ha hecho a troche y moche y sin fundamento ninguno. No es lícito castigar a nadie por temor o por sospecha. Si se castiga, siempre será por algo probado y, desde luego, que al menos conste como realmente ocurrido.
Lo que se aconseja en la aleya es adoptar medidas bien para disipar cualquier confusión o sospecha infundada, bien para resolver o prevenir de la mejor manera cualquier situación indebida que pudiera darse. El significado de «iDribuhunna» es, pues, claro en este contexto. Tras advertir a las mujeres de que se trate de los temores que abriga la sociedad para que, si los temores son fundados, ellas puedan rectificar, se las deja en paz prudentemente para que puedan tomar medidas si así lo desean y finalmente, según lo que resulte, resolver la situación de las interesadas de la manera más eficaz posible. De castigo no se habla por ningún sitio ni de nadie que vaya a imponerlo. En cambio lo que sí cabe pensar en el contexto es en el caso planteado en la aleya 4.15, en la que, se puede entender, que se alude a la prostitución en la calle y entonces tendría sentido que la sociedad interviniera para evitar que ninguna mujer en apuros por mantenerse o mantener a sus hijos cayera en esa situación o que, si ya hubiera caído, intervenga igualmente para rescatarla de esa necesidad como parece indicarse en esa aleya 4.15 al indicar a la comunidad que a esas mujeres se las recoja en las casas y se las mantenga hasta que encuentren otro medio de sustento o hasta que mueran.
No es, pues, como creen algunos y se suele dar por descontado, que la última parte de la 4.34 haya de restringirse a las mujeres en tanto que esposas. Las mujeres, como los varones, también existen fuera del lazo matrimonial. No habla de esposas ni habla de maridos sigue hablando de mujeres (ellas) hasta el final de la aleya.
En la aleya siguiente, ya mencionada, sí se habla de pareja formada por varón y mujer. Y sigue siendo a la comunidad a quien se dirige el honrado Alcorán para hablar de los dos. Con lo que queda de manifiesto que éste es un caso distinto del planteado en la aleya anterior. En la 4.35 es un problema de pareja, en la anterior no se indica ningún problema de pareja, sino algo que puede afectar a las mujeres dentro de la sociedad y los temores con respecto a ellas. Cuando el honrado Alcorán habla de esposas o de una esposa, lo deja claro, no hay ambigüedad y lo mismo si habla de marido o de divorciadas.
Veámoslo:
Aleya 2.228:
«Las divorciadas esperarán tres períodos sin volver a casarse y no es lícito que oculten lo que Dios ha creado en su seno, si creen en Dios y en el Último Día. Y sus maridos (bu’ulatuhunna)obrarán mejor (aHaqqu) si vuelven con ellas durante ese período, si es que desean la reconciliación, y a ellas les corresponde con toda equidad lo mismo que se les exige y a los varones (riYal) les asiste un grado con respecto a ellas. Y Dios es poderoso, sabio.»
وَالْمُطَلَّقَاتُ يَتَرَبَّصْنَ بِأَنفُسِهِنَّ ثَلاثَةَ قُرُوءٍ وَلاَ يَحِلُّ لَهُنَّ أَن يَكْتُمْنَ مَا خَلَقَ اللَّهُ فِي أَرْحَامِهِنَّ إِن كُنَّ يُؤْمِنَّ بِاللَّهِ وَالْيَوْمِ الآخِرِ وَبُعُولَتُهُنَّ
أَحَقُّ بِرَدِّهِنَّ فِي ذَلِكَ إِنْ أَرَادُوا إِصْلاحاً وَلَهُنَّ مِثْلُ الَّذِي عَلَيْهِنَّ بِالْمَعْرُوفِ وَلِلرِّجَالِ عَلَيْهِنَّ دَرَجَةٌ وَاللَّهُ عَزِيزٌ حَكِيمٌ
Obsérvese, que en esta aleya se dice «maridos» y se dice «divorciadas» y por último se dice «varones». Ninguna cosa es sinónimo de otra. Los maridos son los maridos, las divorciadas son las divorciadas y es de ellas de quien se habla en todo momento, la primera vez nombrándolas y las siguientes con el pronombre «ellas» y no hay ningún antecedente que justifique el aplicar ese «ellas» a otros sujetos. Y cuando se dice «varones», no se trata de los maridos, que a esos les llama «maridos», sino de otros varones, que bien podrían, sin esa espera de tres períodos, casarse y, si luego resulta que la mujer está embarazada, no sabrían si el hijo era suyo o del anterior marido o, si pudieran llegar a saberlo, por ejemplo, por el análisis de ADN, sería demasiado tarde para ellos el tomar una decisión de si quieren casarse con alguien que espera un hijo de otro. En eso consiste el grado que les asiste, en el derecho que tienen a saber cuál es su descendencia y el deber de hacerse cargo y ser responsables de ella. La mujer, en principio, no tiene ese grado con respecto a los varones porque ella lo sabe siempre, salvo, claro está, que le roben la criatura después de nacer o que haya sido promiscua en el momento de la concepción. Es decir cada término, marido o varón, se usa justificadamente y no están ahí para amenizar el vocabulario.
Veamos otra aleya:
4.128. «Y si una mujer teme conducta inmoral (nushuz) de su marido (ba3liha) o que la dé de lado, no incurrirán en falta si ambos se avienen a reconciliarse pacíficamente: pues lo mejor es la reconciliación y el ánimo es siempre propenso al egoísmo. Pero si hacéis el bien y sois conscientes de Él –ciertamente, Dios está en verdad bien informado de todo lo que hacéis.»
وَإِنِ امْرَأَةٌ خَافَتْ مِنْ بَعْلِهَا نُشُوزاً أَوْ إِعْرَاضاً فَلاَ جُنَاحَ عَلَيْهِمَا أَن يُصْلِحَا بَيْنَهُمَا صُلْحاً وَالصُّلْحُ خَيْرٌ وَأُحْضِرَتِ الأَنفُسُ الشُّحَّ وَإِن تُحْسِنُوا وَتَتَّقُوا فَإِنَّ اللَّهَ كَانَ بِمَا تَعْمَلُونَ خَبِيراً ”
Nuevamente vemos en esta aleya que el honrado Alcorán deja muy clara cuál es la condición respectiva de las personas de las que habla y que no usa términos intercambiables con distintos significados. Es decir, el honrado Alcorán no se ve obligado en ningún momento a decir varón si lo que quiere decir es marido ni a hablar con vaguedad en ningún asunto. En lugar de decir aquellas de quienes temáis tal o cual, podría haber dicho perfectamente: aquellas de vuestras esposas de las que temáis… No lo dice, luego no está hablando de esposas sino de mujeres, esposas o no esposas. Suponer que dice una cosa y que podría querer decir otra es atribuir al honrado Alcorán una ambigüedad o indecisión que evidentemente no están ahí ni hay indicio ninguno de que estén.
Cuarta cosa:
Los maDayi’ (lechos), son el lugar en el que cada persona se echa de costado, en el suelo, o en algo que se ponga encima del suelo para dormir. Se ha querido entender que la expresión «wa hyurúhunna fi l madayi’» quiere decir, dejad de tener con ellas relaciones sexuales, mientras que el significado, como bien traduce Asad, es «dejadlas solas en los lechos», ya que los maDayi’, según el honrado Alcorán, son eso, los lugares propios de cada persona y a los que hoy tal vez nos referiríamos como hogares.
Podemos ver también la aleya 3.154: «Di: “Aun si hubierais estado en vuestras casas, aquellos cuya muerte estuviera decretada habrían salido hacia los lugares (madàyi’) donde estaban destinados a yacer (muertos).”…», o la 32.16: «que se ven impelidos a abandonar sus lechos (madàyi’) para invocar a su Sustentador con temor y anhelo».
Los usos modernos y la moderna evolución del lenguaje han hecho que en el último o dos últimos siglos, la palabra cama haya llegado a ser un eufemismo por relaciones sexuales. Y eso es lo que se aferran a ver muchos en estos maDayi’. Pero eso obedece a la manera en que se ha viciado el lenguaje. Nunca en el honrado Alcorán, cuando se habla de las relaciones sexuales, se recurre a esos eufemismos, siempre se denotan de manera clara y concisa, sin esos circunloquios. En la 4.34, pues, no hay indicación sexual ninguna. Puede entenderse que se trata de dejarlas pensar tranquilas la situación sin que nadie las agobie.
2. Reflexión
De ser una maravilla de equilibrio, concisión, claridad, significado y sentido se ha conseguido transformar la 4.34 en un avispero en el que cada huequecito ha sido colonizado por la mentalidad varocéntrica, que todos hemos asumido porque es lo que reina y todo gira en torno al varón, sea como marido, sea como titular natural de la especie humana.
Según la Biblia, el varón es el ser humano fundamental, el que lo es por sí mismo, específicamente creado como tal, el humano por antonomasia. La mujer, por el contrario, surge no para sí misma sino para satisfacer las necesidades del varón, el ser humano original, el titular que sí que existe para sí mismo. Ella se creó para él, está para serle útil a él, mientras que él no fue creado para ser útil a otro. La Biblia dice eso (3) y todos, aun cuando nos imaginemos sin influencia bíblica, culturalmente estamos empapados de esa concepción. Se tiene perfectamente imbuido en el pensamiento y el sentimiento que el ser humano es el varón y la mujer un ser colateral, subordinado a la especie que está formada por ellos, los titulares.
Se trata de una creencia, de una configuración mental por defecto que lamentablemente comprobamos en nosotros mismos, incluso quienes ya hemos o creemos haber diagnosticado es fenómeno que convierte la existencia en problema a muchas personas por cuestión de sexo. Y no hay manera de que quienes tienen tan imbuida esa configuración por defecto (probablemente la gran mayoría por no decir todos, seamos mujeres o varones) vayan a deprenderse de ella sin más, sencillamente porque no pueden. Con lo que el entender la claridad y la equidad de la aleya 4.34 puede resultar una tarea más allá de los alcances de muchas personas. Mucha gente, de hecho, se escuda contra el entendimiento tal cual de la aleya achacando «buenísimo» a quienes la entienden tal como está escrita y diciendo que estos la maquillan para hacerla presentable.
La realidad es al revés: Son quienes a lo largo de los años han dado «su lectura», contorsionada, de la aleya quienes han creado un texto incoherente, irracional, antigramatical y sin lógica ninguna y han falseado el original. ¿Cómo se explica que un giro idiomático que aparece muchísimas veces en el honrado Alcorán en todas ellas se traduzca uniformemente por una cosa y que al llegar a la aleya 4.34 se traduzca por algo completamente diferente? Porque, sí, eso es lo que se ha hecho con la expresión «ba’Dahum ‘ala baa’Din», por parte de muchos (no todos) traductores del honrado Alcorán al llegar a la 4.34. Ahí se suspende la traducción habitual y el entendimiento gramatical establecido de la expresión y la convierten en algo absurdo pero más tranquilizador para el statu quo.
Abundando en estas cuestiones, alguien señaló recientemente que, por muchos documentales que veas del pasado o del presente, de la humanidad antigua, medieval, primitiva, la que sea… lo que aparecerá siempre de manera abrumadora serán varones, rara vez mujeres. Es que las mujeres no estamos. Y eso pasa en las películas, donde la mayoría de los personajes, o casi todos, son varones, en el teatro, en el dinero, en las novelas, en la historia. Parece que en toda la historia hubiera habido millones y millones de varones y sólo de vez en cuando alguna mujer.
Los estudiosos tradicionales del honrado Alcorán de hoy nos dan la impresión de ser incapaces de pensar en las mujeres excepto como elementos útiles para los varones y, mayormente, en el matrimonio, a veces también como madres o hermanas, incluso como hijas. De ahí que en la 4.34, tan pronto han visto que hay mujeres, no han sido capaces de considerarlas excepto como parte del matrimonio, es decir como algo anejo a los varones, no como algo independiente y que pudiera ser considerado solo, como se suele hacer con los varones, a quienes nunca se trata de añadir ninguna mujer para que la narración cobre sentido. Una mujer es siempre la mujer de alguien, muchas mujeres son siempre las mujeres de alguien. Los varones son. Punto. Esa es la diferencia que entraña la configuración mental por defecto.
Pero Dios no está aquejado de la configuración por defecto. Y ha revelado lo que ha revelado.
Está claro que los seres humanos no somos Dios y, así, nos encontramos con que las interpretaciones de la 4.34, incluso entre gente contestataria, se siguen haciendo en función del varón, desde su punto de vista de ser el receptor de cualesquiera efectos (benéficos, por favor) puedan derivarse de la función de las mujeres. Ellos. Como el Sol en el sistema solar. Todo gira en torno a ellos. Con una concepción de raíz tan heliocéntrica, el significado de la 4.34 seguirá invisible.
En realidad, desde el punto de vista de la especie, no sólo el varón no es el centro sino que manifiestamente es bastante periférico. Y en esto no entiendo ningún desdén. No hay ningún desdén para nadie en la 4.34 y con lo que digo trato de señalar el hecho de que, desde el punto de vista de la especie, biológicamente las mujeres tienen un papel indiscutible e incomparablemente más decisivo que el de los varones.
El varón es tan decisivo y central como él se esfuerce en serlo sirviendo, haciéndose útil a la especie con aquella gran parte de libertad que le deja precisamente su poca implicación en la parte reproductiva biológica. Eso lo expone con toda concisión pero también con toda claridad la 4.34. La mujer gana al varón en capacidad para perpetuar la especie, y el varón gana a la mujer en disponibilidad para otras cosas. Ellos se hacen útiles manteniendo y cuidando a las hembras de la especie, a las mujeres. Dicho de forma compendiada: las mujeres, en cierta medida, nacen y los varones, en la misma medida, se hacen.
¡Cuántas veces se ha presumido de que sólo los varones pueden ser profetas! Pero eso no es algo para presumir, eso significa que son los varones los que necesitan ejemplos de cómo hacerse, porque si ellos no nacen, como las mujeres, evidentemente necesitan más esfuerzo para hacerse a sí mismos, para asumir responsabilidades de lo que necesiten las mujeres, a quienes las responsabilidades ya se las impone, sin apenas escapatoria, la naturaleza. Los varones son obra de sí mismos, las mujeres también, pero con un gran, gran empujón de la naturaleza, que no se da a los varones.
A los varones hay que exigirles, las mujeres se exigen solas. Y de hecho, muchos varones hacen exactamente eso: entregan su esfuerzo, su vida incluso, por servir. Y servir, no lo olvidemos, es el grado espiritual más elevado. Los profetas sirven. Y los varones deben seguir el ejemplo de los profetas, para eso les ha hecho Dios tantos profetas. No para presumir de ellos y creerse que son más sublimes y dotados que las mujeres en ese terreno sino para usarlos como ejemplo, para animarlos en esa entrega que ha de ser voluntaria porque para no hacerla la naturaleza les da muchas vías de escape, ventaja engañosa porque el ser humano no vive hacia adentro de sí mismo sino hacia afuera. Debe ahondar en sí mismo y luego ser una fátiha, abrirse, entregarse… Eso todos los seres humanos lo debemos hacer.
El reto para la mujer no es el hacerlo, porque casi siempre la naturaleza la obliga, sino el hacerlo voluntariamente y de corazón y para eso tienen a la profeta Maryam. Para el varón, sin embargo, sí es hacerlo, se tiene que esforzar, tiene sobre todo que creer en ello, porque sin fe no se hace ningún esfuerzo. Las mujeres no debemos ser fáciles para los varones porque, si lo somos, con eso empujamos a los varones todavía más por la vía del engaño. En cambio sí debemos ser agradecidas y reconocedoras con quienes genuinamente se esfuerzan de corazón y poniendo su alma. Los varones, cuando no siguen a los profetas, cuando no se entregan, son cascarones vacíos, como esas nueces que las cascamos y están hueras.
Quienes no asuman que la 4.34 no gira en torno al varón sino que es una perfecta balanza, ellos seguirán en su bolita de guata creyendo que cuando la 4.34 habla de al ghaib (lo oculto) que guardan las virtuosas y que Dios guardó, de lo que habla es de lo que les deben a ellos sus esposas, fidelidad, guardar secretos… Algo que ellos también les deben a ellas y que no es, por tanto, específico de la mujer y que, entonces, no puede ser la parte de la reciprocidad que entrañan las diferentes capacidades. Lo que guardan ellas y ellos no pueden guardar es entre ellas y Dios, lo que hacen las virtuosas y devotas de Dios es guardar la concepción y el desarrollo de un nuevo ser humano. En torno a eso gira la función de las mujeres en tanto que tales, y en torno a ésa función de las mujeres en tanto que tales gira la función de los varones en tanto que tales. Porque, en cuanto al resto, ambos se deben lealtad y fidelidad, lo propio en las relaciones de cualquier persona honrada, sea varón o mujer.
Dice Dios que nos creó diversos para que nos conozcamos los unos a los otros, además dice que varones y mujeres debemos ser amigos y aliados. ¿Cabe nada más amable y amistoso por parte de nuestro Creador? Si nos bastásemos todos a nosotros mismos seríamos una mala imitación de Él. Al intercambiar nuestras capacidades nos volvemos fátihas vivientes, nos abrimos y no nos cerramos y, si Dios quiere, ganaremos más felicidad en esta vida y en la otra.
(1) Véase en la aleya 2.2, Al Baqara, «que creen en lo que está fuera del alcance de su percepción» («al ghaib»).
(2) Véase ¿Qué es el «nushuz»? publicado el 12-4-2014
(3) En la Biblia hay dos versiones de la creación de la Humanidad, una muy breve y que coincide con el honrado Alcorán en Génesis 1.27 y otra más extensa en Génesis 2.18.
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