Autor: Carmen del Rio
Los musulmanes en general no creemos ni en pueblos ni en sexos elegidos.
Cada persona es elegida por Dios para ser quien es y, en ese sentido, cada persona
es insuperable. Todos tenemos un ser al que dedicar todos nuestros esfuerzos para
hacerlo lo mejor que pueda llegar a ser. El honrado Alcorán, lejos de condenar las
diferencias, nos dice que esas son queridas por Dios y que sobre aquello en lo que
podamos diferir y nos plantee problemas, Dios nos lo aclarará todo en Su día, cuando
Él quiera.
En un articulito anterior, hablé del tráfico de Islam. Remito a él. Aquí añadiré
que ese tráfico de islam se compone de otros subtráficos, quizás los más destacados
sean el del errorismo (sin t para que se comprenda mejor) y el del hiyab con su
fanática cruzada antihiyab y su empeño denodado en que no se hable de cosas
importantes y que nos interesen a todos sino que todo se reduzca a una prenda de
vestir investida de poderes ultramágicos. ¡Hale, todo bicho viviente, musulmán o no
musulmán a pasarse la vida entera pronunciándose sobre un tema que si no se
estuviera en un mundo de sombras chinescas a nadie interesaría más allá de su
propio día a día de vestirse o desnudarse. Pero sí, es una prenda mágica, que permite
despojar o condescendientmeente conceder derechos por su mera virtud. Que da
poder a cualquier menesteroso de él para ejercer poder omnìmodo sobre otras
personas pronunciándose sobre algo que jamás admitirían que se les hiciera a ellos.
Las mesnadas de la cruzada antihiyab cabalgando por el desierto de los “medios de
descomunicación” levantando nubes de polvo cegadoras. Esa es la espada.
La pared, aquí en España, el lugar de donde somos y donde vivimos, el que
nos compete y sobre el que tenemos potestad para pronunciarnos y decidir como
paisanos y como ciudadanos, la espada se deja sentir abrumadoramente y la pared,
ahora mismo la sentimos poco. En realidad, muchísimos de nosotros solo sentimos la
pared porque las y los cruzados antihiyab no paran de abrumarnos con que “en
vuestros países” se obliga a las mujeres a llevar hiyab o burca o pararrayos, la
fantasía es libre. Y en eso no voy a entrar, demasiados países para la monofórmula
del todo blanco o negro tan querida de cualesquiera cruzados, fanáticos o interesados,
desde toda la historia. Pero, de hecho la pared, las y los musulmanes la conocemos
también y, en cierto modo, queriendo a sin querer, conscientemente o
inconscientemente, la espada y la pared siempre han actuado en equipo y cualquiera
diría que coordinadamente. Lo de los famosos extremos que se tocan y más que se
tocan que ya conocemos. El lavado de cerebro de que las mujeres deben llevar la
prenda que sea o adoptar la apariencia que sea y, si no, obran mal y las
consecuencias serán las que dicte el momento o la oportunidad. Todos sabemos y
recordamos la guerra de la ex Yugoslavia (¡que Dios se apiade de sus muertos y
sufrientes y bendiga el futuro de esos pueblos!), cuando patentemente se uso a las
mujeres y las violaciones como arma de guerra. Sí, la guerra la comienzan los
seguidores de Ibliis y la libran en las entrañas, en los cuerpos y en las almas de las
mujeres que pasan a ser meras armas en manos de la antihumanidad. La cruzada
antihiyab o la opuesta, son parte de esa guerra de Ibliis contra el género humano. La
guerra ahora es que una prenda de vestir, por la vocación de los y las cruzadas, se
convierta en la cuestión de vida o muerte para todo el género humano. Ya no hay
precariedad salarial, ni paro, ni sin techos, ni retrasos en la sanidad ni tráfico de drogas
ni de ninguna otra cosa, la paz civil es total y absoluta. Lo único que amenaza a la
especie humano ahora mismo y de lo único que vale la pena hablar y olvidar todo lo
demás es el sobrecogedor hiyab. ¡De auténtico escalofrío!
Mujeres musulmanas las hay, somos, de toda opinión, de todo sentimiento y de
variada conducta pero no somos armas ni instrumento de ningún enfermo de poder,
somos siervas amadas de Dios, y como tales, ejercemos las diferencias a conciencia y
como don divino, hacemos uso de nuestra inalienable libertad, de NUESTRA
SOBERANÍA intransferible. No somos instrumento de ningún bando canalla enfermo
de frustración o de poder y dispuesto a imponerse por el lavado de cerebro, el tráfico
de almas, el tráfico de la libertad femenina o la guerra.
¡Abajo las cruzadas! ¡Abajo los tráficos! Las mujeres, todas las mujeres, las
musulmanas y las no musulmanas, todas las mujeres que nos sentimos honradas por
serlo lo decimos: ¡Viva la diferencia! ¡Abajo las cruzadas! ¡Abajo los tráficos! ¡Vivamos
las mujeres! ¡Vivamos los varones! ¡Vivamos todos! Dios lo quiera.
Komentáře